viernes, 24 de julio de 2009

¿Porritas o Cristiano Ronaldo?

Leonardo Garnier
Ministro de Educación Pública


Sería interesante preguntar a los padres y madres de familia de hoy: ¿si ustedes pudieran elegir, qué preferirían, que sus hijos lleguen a ser como Porritas... o como Cristiano Ronaldo?

Con las noticias de los últimos días, probablemente muchos ni dudarían: Cristiano Ronaldo acaba de ser fichado por el Real Madrid por la astronómica suma de $131 millones, el monto más alto jamás pagado por un jugador de fútbol y que, en términos ticos, representa más de 75 mil millones de colones. Para Cristiano Ronaldo, su traspaso al nuevo equipo galáctico del Real Madrid significará un ingreso mensual de $325.000 por semana: casi 27 millones de colones diarios. ¿Se imagina usted? Y esto sin contar los pagos por regalías de publicidad, venta de camisetas y demás... simplemente su salario por jugar.

Pero Cristiano – a pesar de su nombre – no es particularmente modesto. Ni siquiera parece ser una persona muy agradable. Cuando le preguntaron a quiénes consideraba él como los tres mejores jugadores de fútbol del mundo, simplemente dijo que “el primero, el segundo y el tercero”... eran Cristiano Ronaldo. No le gusta que le comparen con Lionel Messi porque él no se compara con nadie: “Soy Cristiano Ronaldo y puedo ganar más que nadie”. Así se mide a sí mismo Cristiano Ronaldo: puede ganar más que nadie.

Pero no se detiene ahí. En una entrevista reciente este talentoso futbolista – sin duda lo es – se dejó decir algo que cuesta creer: no sólo dice que no le molesta que lo abucheen cuando juega, al contrario, sin sonrojarse dice: “me encanta cuando me abuchean, me gusta ver el odio en sus ojos y escuchar sus insultos.” No, no leyó mal, así lo dijo este joven de apenas 24 años: “Me gusta ver el odio en sus ojos”. Así no más.

José Francisco Porras – Porritas – es otra historia: tuvo que esperar a tener más de 30 años para que todos supiéramos qué gran portero era: tras años de esperar pacientemente en banca, a Porritas finalmente le llegó la hora y la aprovechó en grande. Se lució, campeonizó con Saprissa y fue grande en la Sele. Todos lo reconocimos y lo admiramos. Pero en José Francisco Porras el país entero reconoció algo que va mucho más allá: Porritas es una gran persona. Siempre querido por sus compañeros de equipo – fue un líder hasta en los tiempos en que estaba en la banca – Porritas llegó a ser querido hasta por los jugadores de los otros equipos; querido no solo por la afición de su equipo, sino por las de otros equipos... y hasta por la gente a la que no le importa el fútbol; en fin, querido por todos. Confieso que me conmueve el cariño que los niños, niñas y jóvenes del país sienten por este ser humano excepcional: a cualquier lugar que vaya Porritas, de inmediato es rodeado por jóvenes que lo ven con la admiración que se siente por el deportista exitoso – por el héroe – pero, más importante que eso, lo ven con afecto, con el afecto que se siente por una persona cálida, buena, que sabe darse.

Es aquí donde madres y padres de familia – al igual que las y los docentes que tienen en sus manos la educación de nuestras niñas y niños – deben preguntarse: ¿para qué educamos?

Educamos, por supuesto, para que los jóvenes desarrollen todo su potencial, para que sean magníficas y magníficos profesionales, científicos, artistas, políticos, deportistas... todos capaces de descollar en su campo. Educamos, por supuesto, para que sean personas creativas, emprendedoras, audaces y productivas. Pero también – y sobre todo – educamos para que cada una de ellas sea una buena persona, una persona que sepa vivir y convivir, que sea capaz de dar... y de recibir afecto.

¿De qué nos serviría que nuestras hijas e hijos – nuestros estudiantes – lleguen ganar el balón de oro, el Oscar, el Grammy, el premio al mejor o la mejor funcionaria, al mejor vendedor, a la mejor periodista... o que lleguen a ganar más plata que cualquiera, si de camino olvidan y pierden el afecto de la gente que les rodea? No, no me cabe duda, un mundo lleno de Porritas sería un mundo mucho mejor que uno lleno de esas caricaturas de persona que los medios han dibujado como Cristiano Ronaldo: un pobre genio del balón que puede ganar más que cualquiera. Sí, puede ganarlo todo... menos aquello que verdaderamente vale la pena. Ojalá el Cristiano de carne y hueso se parezca más a Porritas que a esa triste caricatura mediática.