viernes, 4 de diciembre de 2009

Graffitis y poemas

“Las miradas se evaporan en el parpadeo de un planeta que deja de ser redondo”... así, como sin querer, este trozo de poema se nos mete entre los ojos cada vez que subimos por la avenida diez hacia Zapote o hacia San Pedro. Hace tiempo había pensado en escribir unas líneas sobre ese “graffiti” que, ilustrando, manchando o ensuciando esa pared esquinera, antes privada y ahora tan pública, ha despertado la curiosidad de muchos y ha avivado el gusto por la poesía más que tantos libros... ya que sólo buscan los libros de poesía quienes gustan de ella... pero el graffiti se nos mete entre los ojos... haciendo que mis hijas lo reciten de memoria y hasta que Isabel, la menor, me diga que ese es su poema favorito aunque, como nos ocurre siempre con los poemas, no termina de entender completamente su sentido.


Pero mientras yo sólo lo pensaba, mi amigo Enrique Góngora se dio a la tarea de llevar las miradas que se evaporan desde la pared pública de la poesía, hasta la página quince de La Nación. Sólo que a Enrique no le gustó el poema. Más aún aprovecha este inocente (¿lo será?) graffiti para arremeter contra lo que él llama “la poesía actual”. Según Enrique, su formación de matemático lo hace no comprar los libros y revistas en que esta aparece, y prefiere quedarse con sus clásicos. Pero como el graffiti no le permitió evitarlo, tuvo que leerlo y decir: “por mi parte, creo que no sería conveniente escribir en forma graffitosa un poema de Catulo o Goethe. Si un poema graffitoso puede considerarse como un irrespeto a la pared, un graffiti de un tal maestro podríamos considerar que es un irrespeto a él”.


No cabe aquí entrar en las razones o las sinrazones por las que Enrique rechaza desde el graffiti hasta la poesía actual. Sólo quisiera, por gusto más que por razones, ya que la poesía, como todo arte, entiende más de gustos y pasiones que de métricas y de razones, ofrecer un punto de vista discrepante, y tal vez, para algunos, discordante. La poesía no puede dejarnos impolutos. No puede dejar de conmovernos. No puede atravesarnos sin dejarnos una huella duradera. A la poesía no se puede ser indiferente. ¿Qué es poesía? ¿Qué es buena poesía? ¿Cuál de la poesía actual llegará, con la prueba del tiempo a ser considerada clásica? ¿Cuál de la poesía que Enrique hoy llama clásica fue, en su tiempo, tanto o más actual y ofensiva que el graffiti? No pretendo, ni puedo responder estas preguntas... pero puedo, y quiero preguntarlas, y que cada uno intente su respuesta, pero que no intente imponer la suya como nuestra.


Así, más que responder, lo único que puedo hacer es acumular trozos de lo que podría haber sido poema o graffiti, según el momento, según el medio, según el gusto de cada cual.


El cielo pesa lo mismo
que una cantera de piedra.
Sobre la piedra del mundo
son de piedra las estrellas...
y las miradas se evaporan...
la guitarra, hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas perdidas,
se escapa por su boca redonda...
en el parpadeo de un planeta
que deja de ser redondo.


De mi sangre saltó una estrella verde.
Y verdín, verdinal y verdolaga,
mayo estira su lluvia hasta diciembre
en el trópico verde... de un planeta...
Sobre un peñón de la costa
que bate el mar noche y día,
se alza gigante y sombría
ancha torre secular...
de un planeta que deja de ser redondo.


También yo soy indomable,
también yo soy intraducible,
yo hago resonar mi bárbaro aullido
sobre los techos del mundo...
que deja de ser redondo.


Llueve como si llorara
a raudales un ojo inmenso,
un ojo gris, desangrado,
pisoteado en el cielo... y las miradas,
las miradas se evaporan en el parpadeo...


La noche borra noches en tu rostro,
derrama aceites en tus secos párpados,
quema en tu frente el pensamiento
y atrás del pensamiento la memoria...
de un planeta que deja de ser redondo.


Así pues, esparcid por esta angosta casa de tablas
todo el ámbito de la creación en gran exceso,
e id, con velocidad prudente, desde el cielo,
pasando por el mundo hasta el infierno...
donde las miradas se evaporan.


Así, nuestro graffiti coexiste con los poetas, clásicos o actuales, poco importa, con Juan Ramón Jiménez y con Lorca, con Azofeifa y Gaspar Núñez; se mezcla con Whitman, con Miguel Hernández, con Octavio Paz, para cerrar con los versos mismos con que Goethe iniciara su potente Fausto. Todo, mientras las miradas se evaporan... en el parpadeo de un planeta que deja de ser redondo.


La Nación, 25/12/96

2 comentarios:

  1. Las paredes no pueden callar todo lo que a su sombra ocurre día a día, minuto a minuto en la ciudad, poblada de almas, de sentimientos, de poetas...

    ResponderEliminar
  2. leogarnier necesitamos su ayuda con la Escuela de Tres Rios. Perritos estan en un ducto y si se mueren, abajo de una aula.

    info@petsymas.com

    ResponderEliminar